martes, 18 de diciembre de 2012

EMIGRAR


 
Abandonar tu país para encontrar un lugar donde poder vivir con el sudor de tu frente, se está convirtiendo en el pan  nuestro de cada día. Casi un millón de personas desde comienzos del 2011 hasta nuestras fechas, han emigrado y creo que esto es solo el principio. En próximos años, dadas las circunstancias y las más que pesimistas previsiones sobre el discurrir económico en España, la sangría de nacionales será aún mayor.
Emigrar no es algo malo, cuando se hace desde la voluntariedad, cuando uno quiere explorar otras posibilidades, ya que el mundo es muy amplio y las fronteras sólo están en los mapas políticos. El malestar viene cuando uno se ve empujado a desarraigarse de su entorno, de su familia porque el futuro en su tierra ya no es tan claro. En ese contexto, cuesta un mundo hacer la maleta y despedirse con un hasta luego o un adiós definitivo. Siempre hablando del inmigrante forzado por las circunstancias, detrás de caso particular se esconde una triste situación; desde el que deja a su cónyuge e hijos al que, aun siendo joven sin haber formado aún un núcleo familiar, debe dejar hermano, padres, amigos y empezar de nuevo en un lugar con diferente idioma y costumbres. No creo que sea nada fácil, o si no preguntémosle  a los inmigrantes que conviven con nosotros y que pueden haber tenido una adaptación incluso más dura.
Es posible que mañana, yo sea el próximo en engrosar las estadísticas de los flujos migratorios; la posibilidad la tengo más que asumida. Si aquí, los señores de la política y las finanzas, se empeñan en ensombrecer el futuro no quiero ser uno más en el camino hacia esos previsibles seis millones de hombres y mujeres que se les niega su desarrollo profesional y personal. Como aún me queda un hueco de esperanza, si mañana he de hacer el equipaje espero que solo sea por mi constante afán de conocer mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario